Author
Moreno Valencia, Fernando
Abstract
El personalismo supone una dimensión antropológica, y una dimensión ética. En otros términos, la raíz antropológica del
personalismo (la persona humana) se proyecta en exigencias éticas en relación a las cuales aquella raíz es principio, fuente,
fin y norma. El término y la noción de persona, siendo de origen romano, adquiere su completo desarrollo doctrinal en el ámbito
cristiano. No, sin embargo, sin asumir los profundos descubrimientos y enseñanzas provenientes de la Antigüedad griega,
muy sobre todo de la filosofía de Aristóteles. De ahí que se pueda afirmar que la noción de persona humana definida por Boecio
como una substancia individual de naturaleza racional supone la convergencia de la definición aristotélica del hombre como
animal racional, y el dato bíblico que nos revela la imagen de Dios en el hombre creado por Dios a su imagen y semejanza. Esta convergencia, permite comprender el juicio magisterial de Juan Pablo II, que afirma que es por ser imagen de Dios que el hombre es persona. Entre los siglos sexto y quinto antes del inicio de la era cristiana, el filósofo y moralista chino Confucio (551 - 479), asumiendo la experiencia, la enseñanza y aun la sabiduría ya entonces milenarias, testimonió de la natural importancia de la familia en relación a su doble carácter social (y político) y educacional. Para gobernar deliberadamente un reino dice
Confucio es necesario dedicarse primero a establecer la familia en el ordenamiento que le conviene. Esto supuesto, una familia que responda a las exigencias de lo humano y practique el amor, bastará para engendrar en la nación estas mismas virtudes. En el mismo espíritu, Mencio, afirmará después (siglos IV y III a.C.) que la base del imperio está en el reino; la del reino está en la familia; y la de la familia en la persona.